Incluímos unha nova experiencia nesta serie que denominamos "A viaxe dun libro", que desta volta nos brinda o profesor de matemáticas e incansable viaxeiro, David Rodríguez Amil, a quen agradecemos que quixera compartir con nós as súas experiencias de grandes viaxes e que, da súa man, nos levara por magníficos itinerarios en Vietnam, Etiopía, Alxeria, e agora no Himalaia.
Deixamos un enlace á sesión do Club de Lectura que fixemos hai uns días, onde nos falou "Sobre unha montaña, un tipo e un libro". Quixemos agasallalo cun libro de viaxes de Javier Reverte sobre o Amazonas, "El río de la desolación", e cun caderno apropiado onde poida seguir a escribir os seus "diarios de viaxe".
Mais é el quen nos fala doutro libro que viaxou con el a un dos lugares máís elevados, duros e enigmáticos...
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"Hacía
ya unos cuantos meses de mi último viaje al Himalaya. Desde entonces había
estado dándole vueltas a toda aquella nueva cultura que me había encontrado
allí; El budismo, las montañas, la hégira del pueblo tibetano hacia otras
tierras.
Una buena amiga,
bastante versada en el tema, me regaló el libro para mi próximo viaje a Nepal: El tercer ojo.
En pleno invierno,
en el Himalaya nepalí, el día es corto y la temperatura exterior en cada
refugio es muy, muy baja. Es entonces cuando, con muchas horas de oscuridad por
delante, te refugias en tu libro. Sus páginas te desvelan cosas que ves a tu
alrededor, entiendes un poco mejor aquella mirada afable del pastor de yaks que
te cruzaste durante la larga jornada de caminata, o la amabilidad de aquella
familia que te invitó a tomar un té salado en su casa.
El
libro cuenta una historia y tú la devoras. Allí, en aquella “habitación” a la
ténue luz de la estufa que te calienta mientras la nieve cae en el exterior,
pones cara a todos esos personajes que van apareciendo. En tu imaginación,
aquel monje budista tiene la cara del dueño del refugio, el aprendiz se te
antoja similar al niño que comió a tu lado rodeado por su familia. Los templos
que se mencionan en el libro, las “lamaserías” están aquí, las ves, las sientes
a cada paso que das. Ni siquiera tienes que imaginarte las túnicas de los
monjes, las ves ahí delante de ti, las tocas, las hueles cuando se acercan a ti
para saludarte o te abrazan.
En fin, cada día
recreas lo que has leído de noche, o cada noche rememoras leyendo lo que te ha
sucedido durante el día, el viaje aporta experiencias al libro y el libro enriquece
el viaje".
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